Post #16: Lo que me gusta de mis perros

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Me da un poco de respeto escribir este post porque temo que no esté a la altura de los homenajeados. 

Voy a empezar por lo fácil: “tengo” dos perretes. Lo escribo entre comillas porque nunca sé muy bien cómo referirme a ellos. Viven en casa de mis padres, no conmigo. Pero cuando los adoptamos yo sí vivía en casa de mis padres, he convivido con ellos varios años, y me impliqué mucho en su crianza. En resumen, que yo los siento míos aunque no viva con ellos. De hecho, es a ellos a quien más echo de menos. En mi defensa diré que con mis padres puedo hablar por teléfono, pero con ellos no.

Son dos, un macho y una hembra, hermanos. Y son la luz de mis ojos, la alegría de mi corazón, el calor en mi pecho. Cuando les veo jugar, correr por la playa, todo lo demás me sobra. Cuando estoy en el sofá viendo una película o leyendo, y ellos tumbados a mi lado, apoyando su cabecita en mi regazo, desearía que el tiempo se parase.

Yo soy de la opinión de que un perro no es un hijo, y de que la relación con un perro no sustituye a la relación con personas, pero no quiero entrar a comparar unas con otras. Yo lo que puedo decir, por experiencia propia, es que la conexión con un perro es algo incomparable. Es un amor incondicional. Es una felicidad intensa y genuina que nos invade al vernos. Y no es solo al vernos después de mucho tiempo. Es también al vernos por primera vez en el día, cuando te despiertas y bajas a la cocina. O al salir un momento del cuarto mientras estás teletrabajando.

Puedes tener una carrera, un máster, idiomas, y ser Strategic Client Success Manager en LinkedIn. Pero llegas a casa y se te cae todo al ver a tu perro y tienes que decirle con voz de bebé que es lo más bonito del mundo entero.

Un perro es el compañero más leal que te vas a encontrar. Nada ni nadie va a estar tan dispuesto a protegerte, y nadie va a echarte tanto de menos. Mis perros han sido mi alegría en algunas de las fases más oscuras de mi vida. 

En consecuencia, el vacío que dejan al irse también es un inmenso. Yo solo he visto llorar a mi padre una vez en toda mi vida. Y fue cuando tuvimos que decirle adiós a P. Me parece que se debería dar más espacio al duelo que hay que pasar cuando nuestros amigos nos dejan.

Pero bueno, no quiero terminar el post en un tono tan triste. Solo quería proclamar a los cuatro vientos el amor que siento por mis perretes, mis cachorros preciosos.

El precio a pagar por su compañía es ínfimo en comparación con todo lo que nos dan. Qué suerte haber coincidido con ellos en este mundo.

Si tenéis perrito, id a darle un abrazo o una caricia o un algo de mi parte.

Hasta el próximo domingo.

Post #15: Lo que me gusta de la comida

Savor the mouthwatering taste of fresh ramen noodles lifted by chopsticks.

Llevo una semana muy glotona. Todo empezó el finde pasado. Con motivo de mi cumpleaños me di unos cuantos caprichos gastronómicos, y esto en vez de apaciguar mi gula parece que ha abierto la jaula a un monstruo que ahora no soy capaz de doblegar.

Sabe Dios que si yo fuera una de esas personas que nunca engordan, comería Burger King los martes, Dominos los jueves, Taco Bell los viernes, y ya el finde saldría de tapas porque lo importante es tener una dieta equilibrada. Los lunes y los miércoles quizás tomaría ensalada en un arrebato de culpabilidad, pero se me pasaría rápido. Y me regañaréis diciendo que eso funciona así, que aunque tu genética te permita mantenerte delgado aún así debes preocuparte por tu salud y por comer sano más allá de tu apariencia física. Tienes que pensar en el colesterol y en las vitaminas! Cilistiril y vitiminis.

Pero la realidad es que mi genética es la que es, y si me paso de calorías me empiezan a salir michelines en lugares desafortunados, así que intento mantener un poco de control con la comida.

Habréis notado que antes solo he nombrado cadenas de comida rápida, y es posible que juzguéis mis preferencias culinarias como infantiles, o directamente como un paladar pobre. Pero qué puedo decir, a los vegetarianos nos tratan mucho mejor las franquicias que los restaurantes convencionales. Y los (escasos) restaurantes vegetarianos no siempre son un acierto. Odio ir a un restaurante vegetariano o vegano y que toda la carta sea sana, semi cruda, y “real-food”. Soy vegetariana, pero no por ello he renunciado a los fritos y al azúcar. Por favor, denme algo con sustancia que ya como muy sano en mi casa!

Como toda persona que vive a dieta, mi comida preferida del día es el desayuno. Porque normalmente es la única comida en la que los hidratos no están demonizados. Ese momento del día donde está permitido comerte un buen trozo de pan sin remordimientos. Os aseguro que mis desayunos de fin de semana son es-pec-ta-cu-la-res. Tostadas de pan de cristal, aguacate, un huevo poché, aceite de oliva, y unas semillas por encima para darle el toque influencer. Maridado con una bañera de café con leche. Oj, que rico.

Una de las ventajas inadvertidas del teletrabajo es la mejora de las comidas. Poder reemplazar las comidas de tupper, el símbolo contemporáneo del proletariado, por un plato caliente en tu casa no tiene precio. 

Para mí la comida es el sexto lenguaje del amor. Es algo que el estudio Ghibli ha sabido reflejar muy bien en sus películas. Que alguien se tome el tiempo y el esfuerzo de cocinarte algo casero, rico y nutritivo es tan reconfortante. Incluso cocinarte para ti mismo es un gesto de amor propio y autocuidado. O llevarle a alguien chocolate o chuches cuando tiene un mal día, un clásico que nunca falla.

Y dicho esto, que os aproveche la próxima comida, hasta el próximo domingo.

*Este post no está promocionado, pero ojalá 😉

Post #14: Lo que me gusta del gimnasio

Llevo 14 años yendo de forma casi ininterrumpida al gimnasio. La excepción fue un periodo de aproximadamente un año y medio en el que me dí un descanso, principalmente porque prefería dedicar ese tiempo a pasear a mis recién adoptados perros. Pero cuando me mudé, lo retomé nada más instalarme en mi nueva ciudad.

Por ironías de la vida, a mí me gustan los deportes, pero a los deportes no les gusto yo. Mi coordinación es pésima. No soy rápida, ni fuerte, ni ágil, ni alta. Y ya para rematar, cuando compito no tengo ninguna fortaleza mental. Cuando juego a deportes de equipo como el volley o el paddle, en cuanto cometo un fallo me vengo abajo moralmente, me siento culpable, pido perdón a mi(s) compañera(s), y de ahí para abajo y sin frenos. Es curioso porque en el ámbito académico o profesional no me pasa. Pero me metes en una cancha y mi autoestima se desvanece.

Por eso yo me autodenomino un animal de gimnasio. Porque para ser bueno en el gimnasio lo único necesario es la constancia y la disciplina, y a eso no me gana nadie. A mí eso de buscar un compañero de gimnasio, es decir, alguien con quien ir para mantenerte motivado, me parece innecesario e incluso inconveniente. Porque una de las ventajas de ir al gimnasio es no depender de nadie, poder ir cuando mejor le va a tu horario. De hecho, me parece mejor tener un “enemigo” de gimnasio. Esa desconocida con la que sueles coincidir en la misma clase, y picarte con ella a ver quién se pone más peso o quién baja más en la sentadilla. Eso sí que es un buen incentivo para sudar hasta la última gota de agua. 

Otra conclusión a la que he llegado a estas alturas de la vida es que yo voy al gimnasio más por salud mental que por salud física. En mi experiencia, se notan mucho más los beneficios mentales que los físicos. Me refiero a la liberación de endorfinas, al incremento de autoestima, a la mejoría del descanso. Las mejoras físicas sin embargo, siendo sincera, no noto mucho más allá de sentir que me pesa menos la compra del supermercado o que si tengo que dar una carrerita para llegar al metro me asfixio menos. Y en cuanto a apariencia, quitando algunas excepciones, a casi nadie nos cambia radicalmente el cuerpo. Si eres de muslos generosos no vas a conseguir entrar en una talla 32. Y si tienes culo carpeta no vas a conseguir el culo de las Kardashian. Mi opinión es que el cuerpo es muy desagradecido y aunque vayas al gimnasio cuatro días en semana la genética tiene demasiado peso en esa ecuación. 

Pero bueno, no os preocupéis, que del deporte también se sale. Hasta el próximo domingo.

Foto de Sven Mieke en Unsplash

Post #13:Lo que me gusta de los paseos

Por fin llegó la mejor época del año para salir a pasear. Y esque yo soy muy de paseos. Cuando no sé cómo matar el tiempo, me voy a pasear. Con mi pareja, pasear es nuestro plan por defecto. Me encanta pasear a mis perros durante horas, a ser posible en sitios donde poder dejarlos correr sueltos. Y yo con eso ya tengo la tarde de domingo hecha. 

Pasear es un plan amigable para todas las edades y bolsillos. Puedes pasear con tu amiga la que acaba de ser madre, empujando el carrito. Puedes pasear con tus abuelos, apoyándose en tu brazo mientras caminan. Puedes pasear cuando estás a dos velas porque no cuesta dinero. Puedes pasear solo o acompañado. En la playa y en la montaña. Aquí y en Pekín. 

En mi opinión, pasear con alguien es una de las mejores formas de estrechar lazos. Crea un contexto de intimidad espontánea en el que se puede hablar de todo y nada. De los últimos chismes, de las jugadas de la última noche, de lo que nos preocupa, y de los sueños que tenemos para el futuro. O simplemente pasear sin decir nada, porque andar juntos en una misma dirección es suficiente para llenar el silencio.

Pasear solo también tiene su encanto. Creo que está demostrado científicamente que cuando estamos en movimiento somos más creativos encontrando soluciones. Es como una sesión de terapia contigo mismo. Puede ser una incursión de espeleología a tu alma. En la mayoría de mis paseos no escucho ni música ni podcasts, porque sin darme cuenta me cuelo en la madriguera del conejo, me engancho al hilo de mis pensamientos, hasta que pierdo la noción del tiempo y cuando me quiero dar cuenta ya debería volver a casa para cenar.

Ir andando a los sitios, que sé que no cuenta como pasear pero se le parece, te ayuda a prepararte mentalmente a lo que vas a hacer, ya sea trabajar, ir a terapia, quedar con unos amigos. Y el camino de vuelta te ayuda a digerir el día, a ir reduciendo revoluciones.

Para sorpresa de nadie, también me encanta el senderismo, que es la versión avanzada de los paseos. Coger el coche por la mañana temprano para irse a la sierra, andar cuatro o cinco horas, castigar un poco al cuerpo. Comerte un bocadillo en el camino, o un plato combinado en una venta de pueblo, con un hambre canina, calmar la sed con una caña. El viaje de vuelta en coche mientras la luz de la tarde cae sobre los campos, sintiéndome en paz conmigo y con el Universo. Y esa noche dormir como un bebé después de haber hecho deporte al aire libre. Solo de pensarlo se me abre el pecho.

Pues nada, os dejo que me voy a dar un paseo. Hasta el próximo domingo.

Foto de Kasper Rasmussen en Unsplash

Post #12: Lo que me gusta de noviembre

Llamadme infantil, pero me gusta noviembre porque en noviembre es mi cumpleaños y a mí me gusta mi cumpleaños. Me gusta recibir regalos y felicitaciones, y hacer algo especial para celebrar la ocasión.

Pero no solo me gusta por eso.

Noviembre es un mes de otoño profundo, que para mí es la mejor época del año. El calor se fue por fin definitivamente, pero el frío aún no ha llegado.

Noviembre es un mes lluvioso, para coger un buen libro y repanchingarte en el sillón con tu mascota a tu lado. La tarde en que conocí a J. diluviaba, así que ahora la lluvia me hace sentirme romántica. Y además, fue en noviembre.

Noviembre es el espacio entre Halloween y Navidad. 

Un mes amable, de calma, de pequeños placeres, de quedarte un sábado noche viendo una película en casa. 

Es momento de dar paseos por la playa ahora que se han ido todos los veraneantes, de hacer un maratón de Harry Potter. 

Noviembre es un mes sereno, para quedar a merendar en una cafetería acogedora, pasar tiempo con los que siempre están ahí, con los que no hace falta que sea una ocasión especial para reuniros. 

Es época de hacer rutas de senderismo, escapadas rurales, hacer una excursión de un día para visitar un pueblo cercano. Y a la vuelta ver cómo atardece sobre el campo. 

Porque los atardeceres de los domingos de noviembre transmiten paz, calma y serenidad. De tardes con pocas cosas que hacer.

Es un mes de irte a la cama temprano, de no gastar demasiado, de coger energías para el mes de fiestas que se viene después. 

Bueno, creo que ha quedado claro porqué me gusta noviembre. Hasta el próximo domingo.

Foto de Marios Gkortsilas en Unsplash

Post #11: Lo que me gusta de Halloween

Vamos a obviar el hecho de que los supermercados hayan puesto turrones antes que chuches de Halloween, y de que Miércoles se haya estrenado en verano. No sé qué se les pasa por la cabeza a la gente de marketing.

Por fin llegó la spooky season. Me encanta Halloween. Desde mucho antes de que se pusiera tan de moda. Hace 20 años mi madre ya nos sacaba a mis hermanos y a mis amigas por el barrio para hacer truco o trato. Y eso que a día de hoy todavía no entiendo muy bien en qué consiste la parte de “truco”. Pero la recuerdo como una de las noches más divertidas del año.

Ahora de mayor lo celebro a mi manera. Compro calabazas que uso como decoración en el salón, veo películas de Tim Burton, llevo a la oficina bombones con forma de calavera y fantasma, y si llaman a mi timbre me encanta dar caramelos. Cuando tenga sobrinos o hijos, evidentemente los llevaré a hacer truco o trato.

Y es que supongo que cuando eres niño la mejor forma de perderle el miedo a los  fantasmas, a los vampiros y a los piratas es convertirte en uno de ellos por una noche. Ponerte en sus zapatos por un momento. Ojalá fuera tan fácil espantar a los monstruos que nos acechan de adultos. Quizás si me disfrazo de dentista les perderé el miedo por fin.

Como decía antes, también me encanta Tim Burton. Esa forma que tiene transformar lo supuestamente terrorífico en algo digno de curiosidad y fascinación. Coge los personajes que tradicionalmente son objeto de terror, malvados y planos, y los convierte en alguien, en un ser que siente, que tiene crisis de la mediana edad como Jack Skeleton, o que no es un monstruo sino un niño asustado como Eduardo Manostijeras, o simplemente en un gamberro bromista como Beetlejuice. De este último todavía me acuerdo de cuando fui a ver la película al cine. Solo viendo los créditos iniciales ya sabía que me iba a gustar.

No puedo no mencionar a la familia Addams. Esa familia supuestamente espeluznante, fan de la tortura y lo mortífero, incomprendidos por la sociedad. Y al final lo más excéntrico que tenían es el matrimonio más sano y feliz que ha visto Hollywood.

Al final la moraleja es que tememos aquello que no comprendemos. Pero cuando te tomas el tiempo de ver el punto de vista ajeno, incluso aunque no lo compartas o siga sin gustarte, el miedo se desvanece. Qué post más profundo me está quedando.

Espero que disfrutéis mucho de Halloween el próximo viernes. Hasta el domingo que viene.

Foto de Jon Tyson en Unsplash

Post #10: Lo que me gusta de la rutina

No me gusta alardear pero esta semana he ido cuatro días al gimnasio, he comido casero de lunes a viernes, y he dormido ocho horas casi todos los días. La única excepción fue el miércoles que “solo” dormí siete horas y media. Ha sido una semana perfecta. Lo sé, siento vuestros celos a través de la pantalla. 

Como soy muy generosa os contaré mi secreto.

Esto ha sido posible gracias a que ha sido una semana muy rutinaria. Trabajo de nueve a cinco, gimnasio por las tardes, hacer algún recado, y a la cama temprano. Sin afterworks que se alargan hasta la noche, sin escapadas de fin de semana, sin salidas que provocan resaca. El plan más exótico ha sido ir al cine. No me juzguéis tan rápido, yo no quiero que todas las semanas sean así, no soy tan aburrida. Pero este verano he echado tanto de menos mi rutina que cuando ha llegado el otoño la he abrazado con añoranza, y la estoy disfrutando mucho estas primeras semanas. Tan solo dormir todos los días en el mismo sitio ya fue un alivio. Me siento más vieja que una montaña diciendo esto, pero viva el otoño, viva la vuelta al cole, viva el cambio de hora, viva la calma.

Me encanta planear la semana que entra y ver que no tengo demasiados compromisos. Que voy a poder trabajar, ir al gimnasio, y hacer las tareas domésticas sin acabar agotada y buscando tiempo debajo de los cojines del sofá. Y puestos a pedir, hasta tener algo de tiempo para leer antes de la hora de la cena.

Me encanta poder ir al gimnasio el sábado por la mañana y creerse moralmente superior al resto del mundo.

Me encanta despertarme temprano los domingos para aprovechar bien el día, para cocinar para el resto de la semana, y también para que no se me descuadre mucho el sueño con respecto al entre semana. Que el lunes suene el despertador y no se sienta como una tortura.

Me encanta la constancia y la consistencia.

Sé que disfrutar de una rutina tan armoniosa y perfecta todas las semanas acabará siendo aburrido, y que luego vendrán las ganas de planes multitudinarios y sensacionales. También sé que es un privilegio porque (todavía) no tengo hijos. Pero dejadme disfrutarlo mientras tanto.

Así que nada, hasta el domingo que viene.

Foto de Valeriia Miller en Unsplash

Post #09: Lo que me gusta de Taylor Swift

¿Cómo no me voy a subir al tren Taylor Swift? Seguro que la tenéis hasta en la sopa porque está en todas partes. No hay creador de contenido que no la haya incluido en su material porque Taylor Swift es como el rey Midas, todo lo que toca lo convierte en oro, y vídeo o post o reel donde aparece se convierte en viral.

Pues yo también voy a caer en ese recurso fácil, pero en mi defensa diré que soy una Swifty de la cabeza a los pies. Todavía estoy de luto porque no conseguí entradas para ningún concierto del ERAS tour.

Como todo el mundo, escuché sus primeras canciones allá en los 2010 cuando “You belong with me” o “Love Story” se hicieron hits mundiales. Me gustaron, aunque tampoco me dejaron huella. 

Pero hace un par de años empecé a descubrir otras canciones suyas, como “All too well”, “champagne problems”, “The way I loved you”, y me enganché totalmente. Será que tenemos una edad similar y al madurar ambas he conectado más con la letra de sus canciones. “You’re on your own kid”, “Little Old Me”, “I can do it with a broken heart”, ya son himnos para mí. Si fuera más impulsiva cada mes me tatuaría un verso de alguna de sus canciones. 

Porque eso es sin duda lo mejor de su música, las letras. Porque en cada una de ellas te relata una historia. Y es que Taylor Swift es una story-teller, o cuentacuentos en español. En el post de instagram donde anunciaba su compromiso decía: “your English teacher and your gym teacher are getting married”, es decir, ella se considera a sí misma la profesora de lengua. No la de música, que sería la comparación más directa e intuitiva que se le ocurriría a quien no la conoce, sino la de lengua. Y eso es porque Taylor tiene tanto o más de escritora que de músico.

Otra de las cosas que me gusta de Taylor (sí, ya me tomo la confianza de tutearla y de llamarla por su nombre de pila) es que no hace falta conocerla para saber que es una perfeccionista. Y aunque yo tengo una relación un poco tormentosa con mi perfeccionismo, disfruto viendo cómo alguien es tan impecable con su trabajo. Sus conciertos son una experiencia religiosa, sus videoclips un deleite para la vista. La estética, los colores, las transiciones, las coreografías. Todo es exquisito.

Y ya para terminar esta alabanza, admiro su inteligencia. Taylor no es solo una cara bonita que escribe muy buenas canciones. Taylor es polivalente, y ha demostrado ser una magnífica estratega. Ha registrado como trademarks versos de sus canciones para aumentar la rentabilidad de su marca personal. Ha encontrado un vacío legal para poder volver a ser dueña de toda su música después de que la discográfica que tenía los derechos los vendiera. Y sobre esto último, ha conseguido que sus fans se implicasen y se pusieran de su parte en este tipo de asuntos que se suelen quedar detrás del telón. Habrá quien vea en esto a alguien demasiado avaricioso, pero yo veo ambición, y me gusta ver eso en una figura femenina, porque demuestra empoderamiento.

Así que nada, si alguien consigue entradas para su próximo concierto, por favor llamadme sea la hora que sea.

Hasta el domingo que viene.

Post #08: Lo que me gusta de Perú

Viajar es la forma de la que más me gusta gastarme la nómina. Tengo la suerte de haber podido viajar bastante en los últimos años. Sé que tener los medios económicos, el tiempo, las vacaciones y la compañía necesaria para viajar no es nada fácil. Así que estoy muy agradecida por ello.

Hace poco fui a cenar a un peruano, y me hizo recordar el viaje que hice el año pasado.

Perú es un país increíble. Es un destino muy completo: tiene montaña, selva, desierto, cultura, gastronomía. Si tenéis intención de ir, alargad el viaje todo lo posible, porque merece la pena.

No he visto nada igual a los Andes. Las montañas son titánicas, sobrecogedoras, de colores. Verde mineral, rojo óxido, marrón ocre oscuro, verde otra vez, pero esta vez verde pasto. Con alpacas, llamas, y vicuñas campando a sus anchas. Algunas en libertad, algunas pastoreadas. Ríos zigzagueando por entre las cimas, caudalosos, bravos, violentos. Cascadas que aparecen de repente. No puedes quitar los ojos de la ventanilla. No te puedes dormir en el trayecto. La cámara no le hace justicia.

Y entre medio de esas montañas, Machu Picchu, Sacsayhuaman, Ollantaytambo. Y entre medio de estos, alpacas pastando tan ricamente al Sol. Los restos de la cultura inca son impresionantes. Es normal que el perfeccionismo de sus levantamientos inspiren teorías conspiranoicas.

Y qué decir de la selva. Mi único arrepentimiento fue pasar tan poco tiempo allí. La vegetación es exuberante, poderosa, imponente. Es como si todas las plantas allí tuvieran gigantismo, o como si las nuestras europeas sufrieran de enanismo. La luz del Sol es retenida por las copas de los árboles antes de llegar al suelo. Las hojas son tan grandes que con ellas podrías hacerte una hamaca para echarte una siesta. La selva no conoce el silencio, porque los pájaros y los insectos inundan el aire con su canto y zumbidos. El mejor sonido blanco con el que me he dormido jamás.

Perú también tiene desierto, que quizás es la atracción menos conocida de todas. Huacachina es un oasis, rodeado de unas dunas que no tienen nada que envidiarle al Sahara. Ver el atardecer desde allí es un privilegio.

De la cocina peruana no hay mucho qué decir, ya se ha abierto su espacio en el panorama internacional y cada vez hay más restaurantes en todas partes. Pero es que no es para menos. Ese ceviche, esa causa limeña. ¿Y lo mejor? No tienes que ir a un restaurante caro para comer delicioso y para que te pongan una presentación exquisita. El nivel está muy alto incluso en restaurantes más promedios.

Para terminar el post me gustaría hacer oda de los peruanos y su carácter. La gente de Perú. Tan agradables y serviciales como sus vecinos latinoamericanos, pero más tímidos. Son más oyentes que parlantes, y cuando hablan lo hacen bajito, como no queriendo molestar, pero siempre sonriendo. Son una comunidad encantadora.

Estoy deseando volver.

Imagen: Foto de Willian Justen de Vasconcellos en Unsplash

Post #07: Lo que me gusta de la serie Mom

No sé si habréis visto la serie de Mom, de la CBS. El creador, Chuck Lorre, tiene otras series mucho más conocidas como Dos Hombres y Medio y The Big Bang Theory, que supongo que sí os sonarán porque son muy populares, y con razón. Pero la serie de Mom ha pasado mucho más desapercibida para el público en general.

Sin embargo, la serie de Mom tiene algo de especial para mí. La estoy terminando de ver por tercera vez, así que creo que merece su propio post en este blog. 

Las protagonistas son una madre y una hija, ambas alcohólicas, que luchan contra su adicción acudiendo a reuniones de Alcohólicos Anónimos. La serie trata de su relación madre e hija, de su adicción, y en general de cómo afrontan la vida con sus bagajes del pasado y sus retos del presente.

Aunque yo no soy alcohólica ni estoy cerca de serlo, porque creo que mi consumo de alcohol es bastante moderado, hay temas que se tratan en la serie que sí me tocan de cerca.

Por ejemplo, las dificultades de la relación madre – hija es un tema que sí me afecta profundamente en primera persona. Pero ver que las dos protagonistas consiguen convivir y tener una relación amistosa, perdonando daños y perjuicios muy graves hechos en favor y por culpa de las adicciones, resulta reconfortante.

Otra cosa que me gusta de la serie es el grupo en sí de Alcohólicos Anónimos. No sé cómo funcionarán esas organizaciones en la realidad, pero en la serie se muestran como un sitio seguro donde ir a volcar tus fracasos y tus quejas sin ser juzgado. Y lo que siento al respecto es una profunda envidia. A veces me he planteado si sería necesario ser alcohólico para ir a una reunión de esas. Supongo que eso era una señal de que necesitaba ir a terapia, pero bueno, nunca es tarde si la dicha es buena.

Y para terminar, otra de las cosas que me gusta de la serie es la actitud de las protagonistas ante sus fracasos en la vida. A pesar de todas las cosas ruines, vergonzosas, ilegales que han hecho en su pasado, uno de los pilares de AA es creer en las segundas oportunidades. Y aún estando ya sobrias, no tienen todo resuelto y averiguado a sus cuarenta años. Pero aún así tienen motivos para estar felices y orgullosas de sus vidas. La lección que se saca, y que quizás cala especialmente en mí porque necesito aprenderla, es que se puede fracasar, y aún así la vida merece la pena.

Me gustaría terminar el post con la oración con la que, según la serie, se terminan las reuniones de AA. Si no sois creyentes, se puede obviar la mención a Dios, lo importante es el mensaje:

“Dios, concédenos la serenidad para aceptar las cosas que no podemos cambiar, el valor para cambiar las cosas que sí podemos, y la sabiduría para reconocer la diferencia”

Hasta el próximo domingo.